Soy Lola, y llevo 18 años dedicada a mi clínica, a mi pasión y a mis client@s, que son mucho más que eso. Empezamos en un local pequeño, lleno de sueños y esfuerzo, donde cada rincón tenía una historia y cada clienta se sentía como en casa. Poco a poco, gracias a la confianza y al cariño de quienes me acompañan, logramos crecer. Hace dos años di un gran paso: invertí en un local más grande, justo al lado del anterior, con la ilusión de crear un espacio aún más acogedor, donde cada persona que cruzara la puerta sintiera que llegaba a un lugar especial, pensado para cuidarla y hacerla sentir bien. Ese espacio no solo era un negocio; era el reflejo de años de sacrificio, de días largos, de momentos de esfuerzo compartido con mis trabajadoras, quienes se han convertido en mi familia. La alegría de ver cómo cada clienta, cada amiga, cada persona que llegaba se iba sintiéndose mejor, sabiendo que siempre habría un lugar para ella, hizo que cada día valiera la pena. Y en unas horas, la DANA se lo llevó todo. Ver cómo el agua borraba los años de esfuerzo, cómo cada rincón cuidadosamente creado desaparecía, ha sido desgarrador. Mi trabajo es parte de mi vida, y en él he puesto mi corazón y mi alma. Es un lugar que construimos entre todas, y que, más allá de paredes y muebles, está hecho de las sonrisas, las palabras de apoyo y los momentos que hemos compartido. Hoy me enfrento a un camino difícil. La pérdida es inmensa, y me duele en el alma pensar en cada clienta, en cada compañera, en esa familia LaserPro que hemos formado. Me queda la esperanza de no perder a esas personas que son parte de mi vida, de que podamos, de alguna manera, volver a crear ese espacio, a devolverle el alma a nuestro lugar. Porque más allá de los muros, mi verdadero hogar está en las personas que confían en mí.